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domingo, 10 de julio de 2011

MANUEL REINA EL AMIGO DE MACHADO QUE COMPARTIO DOLOR, AMOR Y POESIA

COMO una premonición, los viñedos y la poesía se unen en el origen de Manuel Reina Montilla, cuya familia poseía allá por 1820 El Lagar del Amparo, lecho de cepas pontanesas, según cuenta Santiago Reina en la mejor Biografía que sobre el escritor y político se ha escrito. Compuesto por diez capítulos y un epílogo, el libro es un delicioso paseo por la vida y la obra del poeta y una crónica de la sociología de su tiempo. Por él sabemos que el padre, Manuel Reina Morales, fue hacendado del lagar, negocio prolongado hasta una bodega lindera a las calles Ancha y Calzada, en donde comercializaban vino, vinagre y aguardiente.

En el capítulo de los Orígenes familiares cuenta que el padre fue concejal en Puente Genil por el Partido Moderado. Ostentando este cargo nació su hijo Manuel un "cuatro de octubre de 1856, a las seis de la mañana", en la calle Mayor. Allí estaba el hogar compartido con María del Amparo Montilla Melgar, perteneciente como él a un estrato social privilegiado, en contraposición a otros de enorme miseria que Santiago Reina sintetiza con un párrafo del testamento de la futura suegra del poeta: "Un pan y lo que quedase de cirio para que alumbrasen en su entierro" (sic). Sin embargo, señala el contraste con la riqueza intelectual del momento, dada la nómina destacada de escritores, periodistas y pintores nacidos a la par que nuestro personaje, perteneciente a una saga de artistas e intelectuales, también por vía materna; entre ellas Sofía Montilla Medina, prima de Manuel Reina, que "publicó varias novelas y numerosos artículos para la prensa filipina y de la Metrópolis".

El muchacho llevó una vida tranquila y, según la investigación de Santiago, no fue de juegos callejeros, si bien entró de monaguillo en la parroquia cercana a su casa y, al parecer, le gustaba el sonido de las campanas que recrea en algún poema, recogido igualmente en la obra de su biógrafo: "La voz de aquella esquila/fue mi primer poema,/y el arpa de mi infancia/el blanco campanario de mi aldea".

Poco cuenta, empero, de su infancia, porque poco se sabe, salvo por algunos documentos consultados, como la carta al gran Eduardo de Ory en la que confiesa sus tempranas lecturas de libros y prensa o las visitas al Liceo Dramático de su pueblo, en el que el padre tuvo actuaciones brillantes que le dieron fama. En su biblioteca descubrió el poeta, considerado por muchos precursor del Modernismo, a los clásicos; influencia evidente desde sus primeros escritos.

El primer maestro de Manuel, hasta la edad de 11 años en que marchó a cursar el bachillerato con los Padres Escolapios de Archidona, fue Antonio López Onrubia. Dos años después está en Córdoba, en donde, al parecer, plasma sus noveles letras en un periódico escolar; y en 1870 estudia en Sevilla.

Con 13 años se enamora de la niña con la que viviría una historia de amor y dolor semejante a la del maestro Antonio Machado y su Leonor. Francisca de Borja Noguez Gálvez era hija de otro hacendado y vecina de la familia. Sería la que inspirara sus más dulces poemas de adolescencia, sus elegías de madurez, y la madre de sus cuatro hijos. Durante el noviazgo ella estudia Magisterio y él comienza en la ciudad hispalense Medicina, que continúa en la Universidad Libre de Córdoba, en tanto empieza "a darse a conocer a los ambientes literarios de la ciudad". Recala en Granada tras abandonar las Ciencias y optar por el Derecho, posiblemente decidido ya a encaminar su vida hacia la política que, en aquellos apasionantes años del XIX, exigía estos estudios para su ejercicio.

A finales de 1873 estudia en Madrid, sumergido ya en el ambiente literario que derivó en su primera obra teatral, César y Pompeyo, estrenada en el Teatro de Variedades. Es el inicio de una brillante carrera jalonada de colaboraciones en las principales revistas y periódicos nacionales e internacionales, alternándose con más de una decena de obras entre poemarios y textos dramáticos que le otorgaron el título de grande y maestro por parte de intelectuales como Ortega, Pérez Galdós, Alcalá Galiano, Valera, Clarín o Manuel Machado. Su vida transcurrió desde entonces entre Puente Genil, en donde heredó la hacienda paterna, y Madrid, lugar en que desarrolló su actividad literaria.

Su amistad con Sánchez Guerra lo condujo a la gestión pública en 1882, fecha en la que lanza su revista de política, literatura y ciencia La Diana, que cerraría dos años después coincidiendo con la muerte de su mujer a los 27 años, y a los tres meses de alumbrar a su cuarto hijo, Luís Fernando.

Recuperado del durísimo golpe, vuelve a su intento de recalar en política apadrinado por Vega de Armijo y, a través de un encuentro en la Huerta de Los Arcos junto a Sánchez Guerra, contacta con Sagasta. El resultado fue su inclusión en la Candidatura a Cortes por Montilla en abril de 1886. Hasta 1903 ejercería varias veces este cargo con suerte desigual, teniendo la posibilidad de presidir el Gobierno Civil de Cádiz, destino al que renunció, quizá por la misma razón, "no saber lisonjear", que le impidió entrar en la Real Academia de Madrid. Y un 11 de mayo de 1905, su corazón se paró a la misma hora y en la misma casa en que había comenzado a latir. La prensa nacional se hizo eco de la noticia y Puente Genil se volcó con su poeta. ( El Día de Córdoba. Matilde Cabello)