A Ricardo Molina (Puente Genil, 1916-Córdoba, 1968) se le recuerda en Córdoba, la ciudad en la que se educó y donde se hizo como poeta, pero su pueblo natal pesó mucho en su recuerdo, y en concreto su muy personal Semana Santa. Uno de los textos que le dedicó fue un poema para Juan Rejano, poeta de Puente Genil, como él, que se exilió en México tras la Guerra Civil.
«Hijos somos los dos del mismo pueblo / y de la misma Andalucía. / Laten en nuestra sangre polo y petenera. / Por eso esta carta familiar te escribo, / no poema altisonante y en la carta, / no ideas sino calles que, otro tiempo, / cuando niño pasabas: calles blancas / que dan al río; calles recogidas / que suben a la ermita del patrono», cuenta en un texto en que dice que es más carta que poema.
El texto recuerda la llegada de la Semana Santa en la Cuaresma: «Ya se anuncia en el aire la Cuaresma. / Leves violetas y lirios morados / dirán la huida del invierno... Pronto / coros errantes al claro de luna / entonarán el grave miserere. / Saeteros del Genil en la penumbra / cantarán a Jesús viejas saetas: / “¿Cuál de vosotros, discípulos, / morirá por mí mañana? / El uno al otro se mira / y ninguno contestaba». Es el ritual de las saetas cuarteleras en las corporaciones bíblicas.
Más tarde recuerda cómo la Semana Santa llegará «a coronarnos con nuestra infancia». Describe al final la salida de Jesús Nazareno con frases enigmáticas en la que el poeta parece hablar de nostalgia, aunque queda en zona de sombras: «Desde su ermita en sombra el Viernes Santo / descenderá con lágrimas de plata / y sol de gloria. En honda muchedumbre / vivos y muertos fundirán sus almas / y seguirán, oscuros, por las calles / a Jesús Nazareno. Roto el muro / terrible de la muerte y sus cadenas, / Puente Genil en torno a su patrono / vivirá la pasión hora tras hora / contra la rosa sin nombrarla y piensas /que tanta flor no cura nuestra pena».(Abc.Luis Miranda)
