El artista de Puente Genil considera que el arte jondo cuenta con un prometedor futuro pese a los «aprovechados» del «flamenquito».
Los responsables del Castillo del Cante de Ojén, que este sábado celebra su cuadragésimo tercera edición, han querido dedicar este año el festival a Fosforito, una de las figuras clave del arte jondo y de la propia cita ojeneta. El cantaor de Puente Genil, que este jueves 3 de agosto cumple 85 años, asegura sentirse «agradecido de corazón» por este homenaje, a la vez que recuerda cómo Juan González, Juan Gómez Sánchez y Antonio Gómez Capullo, impulsores del festival en 1975, acudieron a él en busca de asesoramiento.
«Estoy ligado a ese festival desde sus comienzos. Vivía en Alhaurín de la Torre y un día aparecieron estos aficionados de Ojén con el deseo de hacer un festival en su pueblo. Querían mi asesoramiento y, naturalmente, accedí con mucho cariño. Y de allí salió el cartel para esa primera edición. Además, habré participado en los diez u once primeros años del festival. Por eso este homenaje es todo un honor para mí», explica Antonio Fernández Díaz, poseedor de la quinta, y última por el momento, Llave de Oro del Cante, histórica distinción que recibió en 2005 en el Teatro Cervantes.
Durante la velada, que arrancará a las 22.00 horas, cantarán El Pele, La Macanita, Antonio Reyes, Pedro El Granaíno y Julián Estrada, que estarán acompañados a la guitarra por El Niño Seve, Manuel Valencia, Diego del Morao, Antonio de Patrocinio Hijo y Manuel Silveria, y por los bailaores Antonio de Verónica y Saray Cortés. Fosforito no se sube a un escenario a cantar desde 1999, aunque reconoce que cada mañana coge la guitarra «un ratito» y se deja llevar. Los ofrecimientos para que regrese han sido muchos, pero él prefiere no manchar su historia y no defraudar al respetable. «Cuando decido dejar los escenarios en 1999 ya llevaba 60 años de cantaor. Después sí que he cantando alguna que otra vez. En Puente Genil presumo de ser, no profeta, pero sí muy querido por sus gentes. Y en agradecimiento a su amistad y generosidad les canté hace un par de meses. Era algo para veinte personas, pero estas veinte llamaron a otras tantas más y al final se juntaron setenta y pico. La gente tiene un muy buen recuerdo de mí, y una cosa es cantar para unos amigos y otra bien distinta hacerlo con gente que paga una entrada. Ya no tengo fuerzas para estar una hora cantando sobre un escenario», asegura.
Mucho antes de que el arte flamenco recibiera el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco, Fosforito había paseado su talento por «tabernas, ferias de ganado o carretones de los molinos, sin micrófono y con gente que se llevaba las sillas de sus casas». También desde Japón a Argentina, pasando por Nueva York o la ceremonia de pedida de mano de Farah Diba y el sha Mohamed Reza Pahlevi en Teherán. Para el cantaor, este reconocimiento no es más que una etiqueta que oficializa algo que ya era mundialmente conocido: «El flamenco estaba reconocido mucho antes que el título de la Unesco, que lo que viene es a comprometer a las entidades públicas, que siempre han estado de espaldas al flamenco y que ahora lo miman con cuentagotas. Pero el flamenco ya estaba ahí y se ha paseado con dignidad por todo el mundo. Era y es un tesoro reconocido por todos».
También se muestra optimista Fosforito sobre el futuro del flamenco, ya que su participación como jurado en numerosos concursos le ha convertido en testigo de lo que está por venir: «Hay muchos cantaores muy buenos. Y una nueva generación que está en preparación que cantan muy completo». Sobre las estrellas actuales de lo jondo, el cantaor prefiere no decantarse «por uno solo». «Caería en el error o el pecado de olvidarme de alguno que se lo merezca», destaca. Pero durante la conversación aparecen algunos nombres, entre ellos el de Miguel Poveda, sobre el que Fosforito sostiene que «es un caso especial»: «Es un divo en solitario. Primero porque canta muy bien, la copla la borda y es un todoterreno. Son cantaores que tienen su momento y él está en su momento. No se mueve en festivales porque tiene entidad propia y se la juega en solitario».
El cantaor también reconoce que el formato de los antiguos festivales que finalizan al alba del día siguiente no hay «quien lo aguante»: «Esos festivales tan largos son un delito. Habría que eliminarlos. No hay cuerpo que aguante ocho horas de festival, ni aficionados, ni artistas, ni nadie. Y por eso han ido muriendo poco a poco. Por exceso». Y aunque reconoce que «el flamenco no tiene las puertas cerradas», considera que eso que llaman flamenquito «no molesta, pero no tiene nada que ver con el flamenco». El flamenco posee un marchamo de calidad que vende mucho, y por eso hay muchos que se aprovechan», puntualiza el maestro(La Opinión de Málaga. Jesús Zotano)