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domingo, 29 de marzo de 2015

LA PASIÓN DEL SEÑOR

Durante esta Semana Santa la Pasión y muerte de Jesús de Nazaret va a ocupar un espacio amplio de la vida ciudadana. Las procesiones, por un lado, las ceremonias litúrgicas, por otro, incluso los espacios de la televisión, la radio y los periódicos, se van a ocupar de lo que sucedió aquellos días en Jerusalén. Cuando las autoridades religiosas y civiles del momento tomaron la decisión de que lo más prudente era silenciar definitivamente a aquel galileo que no cesaba de poner al descubierto las incoherencias y la corrupción del orden establecido. Estos hechos tienen una doble lectura. Una teológica que desarrolló sobre todo San Pablo a lo largo de sus 14 cartas a las comunidades cristianas incipientes de Asia Menor, Grecia y Roma. Y una lectura histórica de los hechos ocurridos que encontramos principalmente en los relatos de los cuatro evangelistas.

En los propios relatos de los evangelios podemos todavía distinguir dos vertientes. La intención clara y expresa de dejar para la posteridad constancia fehaciente de los sucesos ocurridos; y una segunda vertiente relativa a la conducta, a las actitudes de las personas que participaron en esos sucesos. Los sucesos mismos se desarrollaron más o menos como se hubieran podido desarrollar en cualquier otro caso similar. Jesús de Nazaret no fue ni el primero ni el último a quien la justicia romana aplicó la pena de muerte, y la ejecutó mediante la crucifixión. Aquello que se dice en la carta a los Hebreos, de que Jesús estuvo sometido a las mismas incidencias que todos los demás hombres, excepto a la incidencia del pecado, también se verifica en la manera como fue ajusticiado por las fuerzas del orden romanas.

Junto a estos sucesos, los relatos evangélicos de la muerte de Cristo ponen de relieve algunas circunstancias asociadas a aquellos sucesos, la conducta de las personas que intervinieron en los sucesos. El recuerdo de los sufrimientos físicos de Cristo, durante las horas de su Pasión, nos sitúa ante situaciones límite. En cambio, la consideración de las actitudes de los protagonistas de la pasión nos sitúa ante posiciones habituales, y repetitivas.

1. La traición: todo comienza por la traición y la infidelidad de uno de los suyos. De los que pertenecían al estrecho círculo de sus más próximos. La conducta de Judas no parece que pueda ser considerada como la de un infiltrado. No es el caso, tantas veces usado por las fuerzas de seguridad, en los conflictos bélicos, o entre grupos mafiosos, de introducir en el grupo adversario un espía o un confidente. No es esa la figura de Judas que presentan los relatos evangélicos. En cambio, sí se pone de manifiesto un conflicto entre las propias convicciones y el acercamiento al poder. Dicho de otra forma, entre la verdad y el éxito. A Jesús no le traicionan cuando está en la ola de las aclamaciones, sino cuando su suerte se torna dudosa. Judas, como tantas otras personas, aparece como extremadamente calculador. La estrella de Jesús está ya en declive, y es más prudente acercarse a los poderes en alza.

2. La soledad: en el momento en que Jesús es apresado, todos sus partidarios se dispersan. Ni los ciegos, ni los cojos, ni los leprosos, aparecen por ninguna parte. Estábamos acostumbrados a que la llegada de Jesús a cualquier pueblo de Galiea, igual que a la capital Jerusalén, fuera acompañada de todos sus fans y seguidores. Ahora no. Jesús se queda absoluta y totalmente solo. Las famosas negaciones de Pedro constituirán siempre un punto de referencia. El Jesús que siempre había gozado de un poder de convocatoria extraordinario, ahora cuando de verdad lo necesita, no tiene a nadie a su lado. El ya no ofrece nada, luego nadie lo busca. Esta forma de proceder es precisamente el contravalor más significativo de la amistad. Los amigos se ponen de manifiesto, precisamente cuando la amistad no puede tener ningún género de remuneración. Cuando es absolutamente inútil, porque no reporta ninguna ventaja.

3. La falsedad: a lo largo de todo el proceso se acumulan en torno a él todo género de falsas acusaciones. Se buscan expresamente testigos falsos. Para quienes tienen que impartir sentencia, lo importante es conseguir el objetivo. Los medios empleados para llegar al objetivo pueden ser unos u otros. Lo auténticamente importante es maximizar la eficacia. De nuevo hay un conflicto entre la verdad, y cualquier otro valor. Lo que hay que conseguir es presentar las cosas de forma que se alcancen los objetivos predefinidos.

4. El interés: la cuarta actitud que se manifiesta es la predisposición de cada uno a reforzar su propia posición. El guardia que abofetea a Jesús, sin venir a cuento, para congraciarse con Caifás. Pilatos cuando le amenazan con enviar a Roma informes desfavorables sobre su gestión. La constante histórica reside en que en cada momento el interés se sobrepone a cualquier otro valor. (Diario Córdoba Jaime Loring)