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domingo, 7 de febrero de 2016

LA POBRE CUARESMA

El próximo miércoles, día 10, comienza la cuaresma que celebra la Iglesia cristiana. No es preciso ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que la cuaresma ha perdido bastante entidad. La gente sabe lo que es la Semana Santa: hay procesiones, vacaciones escolares, un muy largo fin de semana que muchos aprovechan para tomarse unas minivaciaciones de primavera. La Semana Santa todo el mundo cuenta con ella. En cambio hay que reconocer que la pobre cuaresma cada año es más desconocida. 

El término cuaresma es una abreviación de la palabra latina quadragesimum, que pretende significar el día que hace el número de orden 40º. Originariamente la cuaresma tenía tres objetivos fundamentales: los catecúmenos se preparaban durante estos días para el bautismo que recibirían en la madrugada del Domingo de Pascua. Los ya bautizados se preparaban para la confesión que harían el Jueves Santo. Todo el mundo en general se preparaba para celebrar el Domingo de Resurrección. Con el paso del tiempo los aspectos de penitencia corporal se impusieron a los de reflexión espiritual. La cuaresma fue conocida y practicada como período en donde se establecían restricciones en la cantidad y calidad de los alimentos, se suprimían los festejos públicos. 

Todo esto ha cambiado gradualmente. En los últimos tiempos, la legislación eclesiástica ha reducido mucho las restricciones en todo lo que se refiere a la alimentación, hasta hacerlas prácticamente imperceptibles. La secularización de la vida civil ha hecho que el calendario de festejos públicos no sepa nada de la existencia de la cuaresma. La consecuencia normal es que la cuaresma sea menos conocida. 

El hecho histórico de que la legislación eclesiástica haya quitado entidad a los aspectos de penitencia corporal creo que es un avance importante. La idea de que para conseguir la benevolencia de Dios es preciso lacerar el cuerpo y hacerlo sufrir no pasa de ser una influencia en parte pagana, en parte judía, que poco a poco fue introduciéndose en la religiosidad cristiana. 

El que Jesús fuera torturado antes de su ejecución, no implica que previamente, cuando adoptó por su libre decisión un estilo de vida, haya recomendado a alguien alguna vez, que el autopadecimiento hubiera de ser una práctica de piedad agradable a Dios. No creo que desde ningún punto de vista pueda afirmarse que Dios tiene agrado en ver sufrir corporalmente a nadie. Por ello decía que la definición de la cuaresma como período de ayunos y otras penitencias corporales tienen un sentido importado, no autóctono, en el cristianismo. 

En cambio, otra cosa muy diferente es el sentido de la cuaresma como profundización espiritual, como búsqueda de experiencias interiores asociadas a la vivencia personal de la fe. En eso Jesús sí tuvo una práctica habitual, que despertó la curiosidad de sus más próximos. Empezando por el retiro hacia la soledad con que se prepara para el comienzo de su vida de adulto. Sean cuales sean los elementos simbólicos incorporados al relato de su retiro al desierto, lo que es seguro es la voluntad expresa de los evangelios en presentar a Jesús durante un tiempo significativamente largo enfrentado consigo mismo, sumido en la reflexión sobre sus propias convicciones, alimentando la experiencia interior del espíritu. 

No fue solamente en esa ocasión especialmente remarcada. En diversas ocasiones se relata en el evangelio que Jesús buscaba la soledad de la noche o de la madrugada para este ejercicio de interioridad. 

Creo que este es el sentido auténtico de la cuaresma. Algún rato de soledad de vez en cuando, la serenidad del silencio, el encuentro consigo mismo, y con las raíces espirituales de nosotros mismos, es algo necesario para el desarrollo de nuestra propia vida interior. Somos en demasiada medida prisioneros del entorno. Parece como que si no tenemos a nuestro alcance algo o alguien que nos distraiga y nos ocupe, caemos en el aburrimiento. Esto es lo que se llama carencia de vida interior. Cuando estamos vacíos por dentro, al estar solos, nos encontramos efectivamente vacíos. 

La soledad permanente y continua no es bueno. Pienso que es una desviación psicológica como cualquier otra. Pero el no encontrar satisfacción, y fortalecimiento personal en ratos aislados de soledad y silencio, es muestra de un vaciamiento de nosotros mismos. Cuando esa soledad y silencio nos lleva no solamente a un encuentro con nosotros mismos, sino con el Espíritu que habita dentro de nosotros, es cuando hemos entrado plenamente en el sentido de la cuaresma.(Jaime Loring)