La principal fuente (no la única) de la vida de Jesucristo son los Evangelios canónicos, pero sólo dos de los evangelistas, Mateo y Lucas, relatan su nacimiento. La minuciosidad con que se narran otros episodios de la vida del Mesías, sobre toda la Pasión y la Resurrección, y se describe la Judea contemporánea, aquí escasea. En estos textos no aparecen ni la fecha del alumbramiento ni, por ejemplo, el número y los nombres de los magos de Oriente que adoraron al Niño.
Además, los autores cristianos más antiguos tampoco se ocuparon de este asunto; sí, en cambio, de fijar la Pascua de Resurrección. Según Clemente Alejandrino, muerto en el 215, en Oriente las fechas que algunos barajaban eran el 20 de mayo, el 20 de abril y el 17 de noviembre. Él añadía que estos teólogos
"no se contentan con saber en qué año ha nacido el Señor, sino que con curiosidad demasiado atrevida van a buscar también el día".
En el 243, un autor anónimo la fija el 28 de marzo. Como deduce Mario Righetti (Historia de la liturgia),
"Esta extraña variedad de opiniones demuestra que en aquellos primeros siglos no sólo no existía una tradición en torno a la fecha de la Navidad, sino que la Iglesia no celebraba la fiesta; de lo contrario, entre tanta diversidad de pareceres, se habría hecho una cuestión candente, como sucedió para determinar la solemnidad de la Pascua."
Por el Depositio Martyrum filocaliana, un esbozo de calendario litúrgico de mediados del siglo IV que se remonta al 336, sabemos que la fiesta de la Navidad se celebraba entonces en Roma. A la vez, en Oriente se celebraba el 6 de enero la Epifanía, es decir, la manifestación pública de Jesús, que es de tres tipos: a los Magos, a Juan el Bautista y a sus discípulos, lo que ocurrió en las Bodas de Caná. Righetti escribe que la celebración de la Epifanía
"en Roma, en el 353, debía ya coexistir con la fiesta del 25 de diciembre".
¿Rivalidad con Mitra?
Las razones exactas para escoger esa fecha se desconocen. La más extendida es que la Iglesia romana hubiera querido sustituir la fiesta pagana que se celebraba ese día del Sol Invicto, Mitra, que en el solsticio de invierno derrotaba a las tinieblas. El emperador militar Aureliano trató en su corto reinado (270-275) de imponer el Sol como culto unificador del Imperio; a tal fin levantó en honor de Mitra un lujoso templo en Roma, que se inauguró un 25 de diciembre, y unos festivales. Sin embargo, para Righetti "Es muy extraño, por ejemplo, que una novedad de este género realizada al principio del siglo IV sea callada completamente por los Padres y los escritores eclesiásticos."
Hay referencias (sermones y discursos) en que se califica a Cristo como sol de justicia y sol visible, cuando el día comienza a crecer, como hace San Agustín.
Otra explicación parte de la creencia difundida a principios del siglo III de que la muerte de Cristo había ocurrido el 25 de marzo (lo que era incorrecto, porque ningún viernes 25 de marzo de entre los años que pudo morir el Mesías cae en el plenilunio o en el día siguiente a la Pascua judía). A continuación se asociaba la muerte con el nacimiento: Cristo, dada su perfección, sólo podía haber pasado en la Tierra un número exacto de años, porque las fracciones son imperfecciones. Si el Redentor fue concebido un 25 de marzo, su natalicio ocurrió nueve meses después: 25 de diciembre.
De Roma, la fecha natalicia pasó a Milán, seguramente introducida por San Ambrosio, y a otras diócesis italianas como Turín y Rávena. Luego se trasladó a Oriente. En Constantinopla la introdujo Gregorio Nacianceno hacia el 380-381, para inaugurar la iglesia de la Anástasis. Posteriormente, llegó a Jerusalén. La peregrina y viajera hispana Egeria, que realizó un largo viaje de Egipto a Mesopotamia entre el 381 y el 384, cuenta en su famoso libro Itinerarium ad Loca Sancta que el nacimiento de Cristo se conmemoraba el 6 de enero con dos estaciones, una nocturna en Belén y otra diurna en Jerusalén. Durante la estancia de Santa Melania (431-439), la Navidad se celebraba ya el 25 de diciembre.
Aunque a principios del siglo V, en numerosos monasterios de Egipto la natividad de Cristo seguía celebrándose el 6 de enero, poco más tarde se trasladó al 25 de diciembre. Ese día del año 432, Pablo de Emesa pronunció ante Cirilo de Alejandría un discurso sobre la Navidad.
Como concluye Righetti,
"Así, en poco más de un siglo, la gran fiesta occidental había invadido todo el mundo cristiano".
Juan Bautista decrece y Cristo crece
Dos siglos más tarde, Beda el Venerable (672-735) da otra explicación, y la asocia con la festividad de San Juan Bautista.
El hecho de que el nacimiento de Juan se conmemore cuando los días comienzan a disminuir, y el del Señor cuando comienzan a aumentar, forma parte de un símbolo. En efecto, el mismo Juan ha revelado el secreto de esta diferencia. La multitud pensaba que era el Mesías a causa de sus eminentes virtudes, mientras que algunos no consideraban que el Señor fuera el Mesías, sino un profeta a causa de la debilidad de su condición corporal. Y Juan dijo: «Es preciso que él crezca y yo disminuya» (Jn 3,30). El Señor creció verdaderamente porque, cuando pensaban que era un profeta, dio a conocer a los creyentes del mundo entero que él era el Mesías. Juan decreció y disminuyó porque él, a quien tomaban por el Mesías apareció no como el Mesías sino como el anunciador del Mesías.
Es, pues, normal que la claridad del día comience a disminuir a partir del nacimiento de Juan puesto que la reputación de su divinidad iba a desvanecerse y pronto iba a desaparecer su bautismo. De la misma manera es normal que la claridad de los días más cortos vuelva de nuevo a crecer a partir del nacimiento del Señor.
Sea el motivo que fuere para escoger el 25 de diciembre y el día en que ocurrió el nacimiento de Cristo. ¡Feliz Navidad.(Libertad Digital. Pedro Fernández Barbadillo )