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domingo, 19 de abril de 2015

CUANDO EN PUENTE GENIL HABÍA COLA PARA VER TOREAR AL CORDOBES EN LA TELE DE UN ESCAPARATE

En septiembre estrenará en la SER la última de las cinco radionovelas que ha escrito, la dedicada a Manuel Benítez, con motivo del 50 aniversario de su presentación en las Ventas.



Habla con el temple sapiencial de quien ha toreado muchas y muchas tardes de radio con naturales palabras. Porque, Alfredo Asensi es historia de la radiodifusión cordobesa, de la radio de toda la vida, de esa en la que se escuchaban esas radionovelas "que hacían que el público necesitara sintonizar una determinada emisora, porque hacía partícipe al oyente". Siempre fue cronista de su época, y lo sigue siendo, precisamente creando radionovelas históricas. Ya va por la quinta, la dedicada a la vida de Manuel Benítez El Cordobés. "Se ha cumplido el 50 aniversario de su presentación en la plaza de las Ventas, que fue uno de los acontecimientos más importantes en la tauromaquia del siglo XX, y el próximo 9 de mayo se cumplirá el medio siglo de la inauguración de la plaza de los Califas, por lo que pensé que era una fecha muy importante para esta novela. La escribí el verano pasado; en cuestión de dos meses la acabé", explica

-Con El Cordobés son ya cuatro los Califas del toreo que ha novelado para la radio. Todos muy diferentes, ¿verdad?


-Muchísimo. En la época de Lagartijo y El Guerra, porque los podemos unir a ambos, más que torear se trabajaba, como se anunciaba literalmente en los carteles. Dudo que en esa época los toreros le dieran dos capotazos seguidos y dos muletazos al toro. Antes no había petos y una de las suertes era colear cuando el toro ponía en aprietos al picador. El torero que mejor coleara era el que triunfaba. En la época de Machaquito ya había faenas y había competencias; en este caso con Bombita, y ya aparecía el toreo de Belmonte. Entonces el toreo empezó a decantarse un poco hacia el perfil que hoy conocemos. Luego, Manolete fue el que rompió definitivamente toda esa tendencia anterior y el que creó la quietud, la ligazón..., aunque era bastante corto, con el capote tenía unos lances y hacía siempre los mismos, y con la muleta tenía la izquierda y la derecha y sus manoletinas, de ahí no salía. Manolete creó junto a Belmonte las bases del toreo actual. Y por último, el toreo de Manuel Benítez ha sido cómo es él, diferente, basado en el valor, en el tremendismo, pero ojo, toreando, toreando muy bien con la izquierda. Tenía además no sé si un defecto físico en la muñeca izquierda que le permitía doblar la mano más de la cuenta y eso le daba largura a sus naturales.


-Parece que aquello queda muy lejos en una España que suele olvidar pronto a sus mitos


-Valle Inclán le dijo una vez a Juan Belmonte que lo único que le faltaba para ser un mito era morir en el ruedo. El Cordobés sigue vivo, con nosotros y es un mito que rompió por completo la ortodoxia del toreo. Ya cuando era, con todos mis respetos, un vulgar novillero, puso derechos a quienes entonces conformaban el escalafón especial de la tauromaquia, a gente como Antonio Ordóñez, Luis Miguel Dominguín o Jaime Ostos. Cuando El Cordobés empezó a llenar las plazas algunos se reían y otros empezaron a temerle, porque los empresarios grandes de aquel tiempo, como Pedro Balañá o José Barceló, que eran los que copaban casi todas las plazas, lo empezaban a querer en sus festejos. Siendo aún novillero, ha sido el único torero que el día de la batalla de las flores en Valencia llenaba la plaza dejando apenas sin gente esa batalla. El público encontró en este muchacho y en aquella época, también muy difícil , un ídolo en una persona que fue dejando atrás una vida de pobreza y de miseria.


-Genio y figura


-Sí, genio y figura, porque tuvo personalidad y desparpajo desde un primer momento, como se destaca en la radionovela. Por ejemplo, siendo aún novillero llamó en Linares a la habitación de uno de esos grandes empresarios y desafiante le pidió 50.000 durillos, como él decía, para comprarse un Land Rover, o no toreaba en sus plazas. El empresario en principio se los negó, pero luego se los dio insistiéndole en que ya no lo contrataría más. Benítez le respondió con un bueno, a ver quien llama primero a quien. Al poco tiempo ya lo estaba llamando el empresario, llamada a la que él respondió subiéndose el caché hasta las 350.000 pesetas, algo que no ganaba ninguno de esos matadores del escalafón especial. El empresario acabó tragando porque sabía de su potencial.


-¿Podríamos llamarlo el primero de los toreros modernos?


-Creo que sí. Sí porque en aquel tiempo los únicos que podrían hacer un toreo tremendista, pero muy básico, podían ser Chamaco o El Litri, pero era un tremendismo de cartilla, de abc. Este hombre es que lo que hacía no lo hacía absolutamente nadie. El mismo salto de la rana, que parece que es una tontería, bueno pues tenía su sello y eso a la gente le apasionaba. La mano izquierda, el temple que tenía, únicamente lo ha tenido después el albaceteño Dámaso González. Ese temple con la mano izquierda era el torear bien toreado de un torero que ha sido castigadísimo, con algunas cornadas de extremaunción, como la que recibió en Granada al ponerle a petición popular las banderillas cortas a un novillo que no se prestaba a ello, a pesar de que El Pipo (su entonces apoderado, Rafael Sánchez Ortiz) intentó que lo hiciera otra persona. Luego, reapareció en Valencia y se llevó otro cornalón, más tarde, reapareció en Bilbao y se llevó otro más; pero cornalones que le duraban sólo 15 días. En aquel tiempo las curas eran distintas y sin embargo el tío con esos grandes cornalones seguía toreando. -



¿Qué supuso Manuel Benítez en aquel tiempo para Córdoba?



-Cuando toreaba no sólo se paralizaba Córdoba, sino el país entero. Ante la carencia de televisores, había gente que hacía negocio cuando él toreaba, que cobraba por dejar ver la televisión. Personalmente he presenciado, y lo recreo en la radionovela, cómo en un escaparate de Puente Genil en el que había un televisor en blanco y negro, si la corrida era a las cuatro, a las dos ya estaba la gente pegada en el escaparate; y no exagero cuando digo que hubo quien vendió su puesto a otra persona que lo quería ver desde un mejor lugar. Esto da a entender la gran expectativa que este hombre levantaba. Su fuerza era impresionante.



-¿Con qué pasaje de la vida de El Cordobés se queda?


-Sin duda, abundo mucho en sus comienzos, que fueron muy difíciles. No conoció a sus padres, la hermana tenía a los hermanos pequeños en Palma del Río en el año 1936 con una miseria absoluta sin trabajo y sin nada, por lo que con unos siete u ocho años ya tuvo que buscarse la vida en la rebusca de papas y maíz. Poco después supo lo que era un toro bravo porque rebuscando vio la sombra de uno, lo llamó, el toro salió corriendo y él pensó que el podía ser torero porque el toreo no debía ser tan difícil, se dijo. Yo he hecho un paralelismo entre él y Manolete, por aquello de que es el califa más cercano. Por aquel entonces Manolete iba camino de Linares y el cordobés conoció su primer toro. Es curioso, su vida cambió por una foto que le hicieron tras marcharse a Madrid en una capea en la que toreando a una vaca le soltaron otras tres. Esa foto se la mostró pidiendo trabajo a quien sería su apoderado, El Pipo, que era un lince. Le pidió la foto y él le dijo que no se la daba, lo que le hizo ver a El Pipo que el niño tenía personalidad. Refiriéndose a él, El Pipo decía que no quería figuritas sino un tío al que le da la vaca 40 porrazos y siempre tiene el mismo color de cara. A torear se aprende, insistía. El Cordobés fue El Cordobés hasta que se separó de El Pipo, si no, no hubiera sido El Cordobés; y llegó a ser el grandísimo Cordobés gracias a que se separó de El Pipo.



-Es ya su quinta radionovela, un género radiofónico difícil de encajar en la oferta de hoy en día


-La radio hoy en día es algo totalmente distinto y diferente a la de los 60 o los 70. La radio ha perdido frescura al perder tiempo local y los profesionales se tienen que someten a un pequeño horario con su programación muy constreñida. Antes no había tertulias. La tertulia puede ser importante, pero se ha cargado a la radio romántica y creativa, a la radio en la que caben asuntos como éste. Habría que preguntarse qué es más importante para el oyente, cuatro señores hablando de política durante una o dos horas, o el desarrollo de trabajos como éste que al oyente le fomentan la imaginación y le provocan sensaciones que siempre la radio ha provocado.


-O sea, una radio que implique a las personas


-Eso es. hemos llegado a un punto en el que todas las emisoras a veces parecen la misma, pero con distinta ideología. Una obra de este tipo diferencia e implica a muchísimas personas. Estamos hablando de que necesita un quehacer periodístico impresionante. Para hacer un trabajo de este tipo, aparte de la base dada por los años, tienes que hacer una tarea de documentación y después desarrollarla y aplicarle los códigos de todo trabajo radiofónico: una medida en los textos, en los diálogos, que sea todo inteligible, unas músicas adecuadas a lo que se está diciendo, además de una radiación buena, perfecta. Contamos en esta radionovela de voces muy masculinas con María Esperanza Sánchez, que con una voz maravillosa mece el texto y le da una categoría impresionante. Lo mismo que el oyente no se implica en una tertulia, sí lo hace en proyectos como este. En la radionovela de Manolete fueron 325 cordobeses los que pasaron por la radio, los que vieron por primera vez un estudio, se emocionaron con el tema de la radio, se enamoraron de la radio, fomentaron la radio...En la de Lagartijo, igual. Esta tiene menos personajes, unos cien, pero la movida de gente que quiere participar, aunque sea con sólo dos frases, es impresionante. Todo eso se ha perdido en la radio actual.


-Con este panorama, ¿cómo surgió la idea de proponer la primera de sus radionovelas?


-La primera fue la de Manolete. Coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte, se me encendió la lucecita y dije, voy a hacer una radionovela. Lo hablé con la SER, emisora en la que hacía el programa La Ventana y me dijeron que escribiera dos o tres guiones a ver si Madrid los bendecía, Madrid los bendijo y a partir de ahí se hicieron unos 60 capítulos implicando en la obra a 325 actores. En la confección de la de Manolete empleé aproximadamente un año y para documentarme me compré incluso la colección de las revista El Ruedo de la época. Tuve la enorme fortuna de que el narrador fuera el maestro Matías Prats padre. La de Lagartijo, que narró Primitivo Rojas, me costó menos, y la de Machaquito, que no tuvo narrador sino que los personajes se iban presentando ellos mismos, salió rápida. Y para la de Julio Romero de Torres, se lo pedí a Rafael López Cansino, una voz más que emblemática de la radio cordobesa. Fue su último trabajo y me lo bordó.


-¿Qué personajes destacaría de la radionovela de El Cordobés?


-Es difícil quedarse con sólo unos pocos. Destacaría, entre otros, los de El Pipo y El Cordobés, además de otro personaje que lo he escrito para un amigo al que le encanta la teatralización. Es un personaje creado a su imagen y semejanza porque a el le gusta interpretar un papel en el que tenga que emocionarse, que llorar...muy vehemente. Este personaje es inventado y se apoda Ojos Claros y lo interpreta el exconcejal Antonio Cañadillas. Hay otro personaje también inventado, Cara Rajá. Se trata de personajes típicos en la vida de un torero, porque un torero o tiene un abuelo que está loco por la lidia e inculca ese amor a su nieto o, como es el caso de esta radionovela, un amigo del padre -Ojos Claros- que lo va guiando por ese camino. No obstante, he de decir que prácticamente todo lo que ocurre en la obra ocurrió en realidad.( El Día de Córdoba. F. J. Cantador )