Los periodistas, al ser recibidos hoy por el señor Armiñán en su despacho oficial, éste les manifestó que carecía de noticias que comunicarles, pues tanto en la provincia como en la capital existía completa tranquilidad.
Un periodista le preguntó:
¿ Que ocurre con la Guardia Municipal de Puente Genil ?
- Que han sido destituidos todos o, mejor dicho, suspendidos, pero si ustedes os vais a ocupar de este asunto, les diré las causas que ha habido para ello. Desde hace algún tiempo tenía noticias de que estos agentes no cumplían gien su misión. Después me llegaron noticias firmes de que los municipales dejaban colocar pasquines subversivos y en otras ocasiones los pegan ellos mismos. Al ocurrir lo del pan envié para que esclareciera todo al comandante de la Guardia Civil , el que las comporbó en absoluto y él, personalmente, pudo darse cuenta de las anormalidades ocurridas.
El Jefe de la Guardia Municipal, continuó el gobernador, a presencia del comandante, del alcalde, del capitán de la Guardia Civil y de otras autoridades y personas, dijo que él no tenía que obedecer nada más que a la entidad que lo había nombrado y que si esta entidad le ordenaba pegar carteles subversivos, como otra cualquier cosa, lo haría en el acto. Los que oyeron esta declaración se extrañaron de la misma y dijeron al jefe de la Guardia Municipal que él no se podía deber a ninguna entidad, sino cumplir lo que el alcalde ordene en bien del Ayuntamiento y en bien del pueblo. A esto respondió el aludido jefe que a él y a los suyos no les destituía nadie y un cuarto de hora después quedaron todos suspendidos en sus funciones, merced del expediente que les instruya el Ayuntamiento.
- Yo tengo máximos respetos para las ideas de todos, pero considero no se pueder tener un cargo oficial para convertirse en un agente político.
- Ya que hablamos de Puente Genil, agrega, tengo que decir a ustedes que en este pueblo no hay ningún periodista colaborador detenido. Lo que ocurre es que un muchacho de 23 años, que antiguamente era comunista, escribió un artículo en El Sur, y que ya conocen, en cuyos párrafos finales aconsejaba a los obreros siguieran apoderándose del pan, y como estamo en Estado de Alarma, aunque yo soy periodista y por serlo creo que todos debemos extremar el cuidado de nuestra pluma en estos momentos, y mucho más cuando ocurren cosas en un pueblo. El artículo lo he leido con gran serenidad, como El Sur en un suelto del sábado me indica, y a pesar de ello no he tenido más remedio que imponer al articulista de Puente Genil quinientas pesetas de multa.
Esto es todo lo ocurrido. Y hasta mañana, señores.( El Sur. Marzo de 1934 )
