MENÚ GENERAL



Pontaneando le da la Bienvenida y Agradece su Visita a las ...

Recordamos a los seguidores de PONTANEANDO, que la PLUVIOMETRÍA que día a día reflejamos en la columna de la izquierda de esta página, se toma a las 9 horas de cada mañana.

martes, 30 de abril de 2013

INTERESANTE ARTICULO DEL PONTANES EDUARDO MOYANO " EL SINDICALISMO ES NECESARIO "

Ya decía Tocqueville que una democracia no puede funcionar sin una sociedad civil autónoma y bien organizada, que actúe como contrapeso a los poderes institucionales (legislativo, ejecutivo y judicial). La existencia de grupos organizados de intereses en los distintos ámbitos de la vida económica y social, es un elemento fundamental para que los ciudadanos puedan tener voz en las decisiones de los poderes públicos, más allá de ejercer el derecho de voto cada cuatro años.

En una economía de mercado, donde, junto a la libertad e iniciativa individual, se reflejan las desigualdades económicas y sociales, el sindicalismo desempeña una función esencial al representar los intereses de los grupos vinculados al mundo laboral. Sin los sindicatos, los trabajadores sólo tendrían, en el ejercicio de sus derechos, el amparo de leyes y normativas laborales en cuya aplicación práctica también se reflejan, como se comprueba día a día, las desigualdades existentes. Así ha sido a lo largo de los últimos cien años en todas las democracias occidentales, y así lo reconocimos en España cuando iniciamos la transición democrática a finales de los años 70. Nadie entonces ponía en duda el papel positivo de los sindicatos, y todos valoramos su aportación a la consolidación del sistema democrático en nuestro país. Dirigentes sindicales como Marcelino Camacho o Nicolás Redondo forman parte del paisaje de nuestra democracia por su indiscutible contribución a poner las bases de nuestro sistema de libertades.

Hoy, por el contrario, no es fácil encontrar voces favorables al sindicalismo. Es habitual declararse cuando menos asindicalista o manifestarse en contra de los sindicatos, a los que se les atribuye todo tipo de perversiones (corrupción, clientelismo, nepotismo, corporativismo,…) y se les hace responsables del desaguisado en el que otros nos han metido como país. Pocos se atreven a dar en público una opinión favorable a los sindicatos; ni siquiera se atreven los propios sindicalistas, que, ante la ola antisindical, reculan y guardan silencio ante la avalancha de improperios que reciben.

Sin embargo, ante la grave crisis económica, y ante las duras reformas que afectan sobre todo al mundo laboral, nunca han sido más necesarios que ahora los sindicatos. Son necesarios sus líderes nacionales, que, con su voz disonante, ponen el necesario contrapunto al discurso dominante de la clase política. Pero también son necesarios sus cuadros intermedios, imprescindibles para la negociación colectiva.

Y qué decir de los tan vilipendiados “liberados sindicales”. En un contexto tan complejo como el de hoy, con la aplicación de la nueva legislación laboral, ¿qué sería de los trabajadores de pequeñas empresas donde no existe representación sindical alguna, sin la ayuda de los liberados sindicales visitando uno a uno los centros de trabajo, informando y recogiendo las reclamaciones de los trabajadores?

Como en toda institución, hay cosas mejorables en el sindicalismo, y hay personas que no ejercen sus funciones con la debida dedicación y eficiencia. Eso ocurre en el mundo de la abogacía o la judicatura y no por eso declaramos non gratas esas instituciones; también ocurre en profesiones tan nobles como la medicina o la educación.

El sindicalismo es una institución de más de cien años de historia, que ha contribuido a muchas de las conquistas sociales que hoy disfrutamos en el mundo del trabajo. Por supuesto que tiene que adaptarse a los nuevos tiempos y que tiene que innovar para relacionarse mejor con los trabajadores y ser más eficientes en sus funciones de reivindicación y defensa.
 
Por ejemplo, es un hecho cada vez más evidente que la huelga general no es en el mundo de hoy el mejor instrumento para defender los intereses de los trabajadores (al ser incapaz de paralizar un país), y tampoco hay duda de que recurrir con demasiada frecuencia a este medio de lucha sindical acaba banalizándolo, quitándole su importancia simbólica. Es más eficaz para el sindicalismo movilizar a la gente mediante manifestaciones en la calle, ya que, además de expresar el sentimiento de protesta, permiten establecer lazos de solidaridad entre los participantes.
 
Aun así, y más ante la celebración del 1 de mayo, es el momento de afirmar sin complejos que los sindicatos son necesarios y que sin ellos la democracia estaría mutilada.