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viernes, 3 de julio de 2009

¡ ¡ AL CIELO CON ELLA ¡ ¡

“Al cielo con Ella!”, cuantas veces hemos podido escuchar esta famosa frase, instantes antes de que al golpe de un llamador, se eleve a la mismísima gloria las bambalinas de algún palio, ¿pero donde surgió?.
Aunque sevillano, el origen de esta frase, una de las más castizas expresiones verbales del patrimonio inmaterial de la Semana Santa, está cubierto por el manto de la leyenda al querer adjudicarse su paternidad a varios protagonistas. Todas las versiones consultadas coinciden, en cambio, en resaltar dos verdades incuestionables: se pronuncio por vez primera, en la frontera de los años cincuenta, la edad de oro de las cuadrillas profesionales de costaleros, y fue lanzada espontáneamente por un “hombre de abajo” para animar a sus compañeros ante la llamada del capataz.
Juan Carrero, en su "Diccionario Cofrade", se la atribuye a Ricardo Gordillo Díaz, un falangista medular, camisa vieja joseantoniana que, durante la guerra civil, recibe en el frente del Ebro el apodo de “Balilla”. Este patero-trasero, mozo de almacén del Banco de Bilbao y costalero de la incipiente cuadrilla de Salvador Dorado, el “Penitente”, jura y perjura, empañándosele aun los ojos de lágrimas al recordar la efeméride, que, en la “Madruga” de 1952, estando el Paso de Palio de la Hermandad de Los Gitanos anclado en la calle Imagen y, ante la exclamación del capataz: “A los cables con Ella”, en metafórica referencia al tendido eléctrico del tranvía, contesta:
"¡A los cables no. Al Cielo con Ella!."
Por su parte, Carmelo Franco del Valle, en su publicación titulada "Martillo y Trabajadera", quizás el mas emotivo libro de recuerdos que se ha escrito sobre la Semana Mayor hispalense, otorga la expresión a Eduardo Vargas, albañil de profesión, vecino de la calle Sol, y costalero de la legendaria cuadrilla de “los ratones”. Vargas, famoso bajo los faldones por intercalar, entre el preventivo ¡A ésta es! y el golpe ejecutivo del martillo, cariñosos piropos a las Dolorosas que cargaba ¡Arriba la Panadera!, ¡Arriba la Cachorra!, ¡Arriba la Trini!, decía para referirse a las Vírgenes de Regla, Patrocinio y Esperanza Trinitaria – acuñó, en 1952 “Al Cielo con Ella, hijos”, coincidiendo con el primer año que la cuadrilla de Rafael Franco Rojas sacó la Macarena.
Vargas ha muerto y Rafael Franco también, por lo que es ya imposible contrastar esta afirmación. En cualquier caso, resulta difícil de admitir que un hombre que requiebra a las imágenes marianas que porta con epítetos como los antes reseñados de “Arriba la Panadera” “la Cachorra” y “la Trini”, pudiese crear la feliz expresión de ¡Al Cielo con Ella!. Y si es que la dijo, no hay tampoco por qué dudar de los recuerdos de Rafael Franco transmitidos a su hijo en la publicación mencionada: ¿Dónde pudo aprenderla? Sospecho que en la taberna “El Uno de San Román”, cuartel general en estos años de la cuadrilla de Rafael Franco y lugar obligado de encuentro de los hermanos de los Gitanos. Allí lo escucharía Vargas, le gustó y, a partir de 1953 debió de utilizarla bajo los faldones del palio de la Macarena.
Con independencia de quien fuese el autor de la frase, lo cierto es que será Alfonso Borrero quien la instrumentó y popularizo con su voz magnética en el mundo cofrade. Paradójicamente, esta exclamación y el espectáculo que la rodeó al llamar en 1958 a la Esperanza desde el bacón de la casa de Rafael Sálvatella, será también la causa de su marcha como capataz de la Macarena.
El Viernes Santo de 1958 la esperanza regresaba a su barrio, calle de la Feria abajo, en una mañana de pestiños y aguardiente entre el cansancio de sus fieles acompañantes nocturnos y la desbordante energía de los recién incorporados, cuando Borrero, según costumbre, mandó pararla en la plaza de Monte Sión, frente al domicilio de su amigo Rafael Salvatella Gago, tras la tradicional reverencia del palio a la Virgen del Rosario.
Era Salvatella un hombre desprendido, dotado, además, de una simpatía arrolladora. Hermano de la Macarena y asiduo de la tertulia cofrade que oficiaba el poeta Rodríguez Buzón en “El Rinconcillo”, fue también editor y director de la revista de Semana Santa “Amor”; pero, sobre todo, era un acérrimo aficionado a los costaleros y capataces: primero, participando en la moda de gratificar a las cuadrillas por una “levantá a pulso” o una “chicota sobre los pies”; luego, tras su amistad con Manuel Bejarano, Alfonso Borrero, Rafael Franco y Vicente Pérez Caro, llamando a sus pasos y dirigiéndolos en un corto trayecto de su estación penitencial; y, por ultimo, formando una cuadrilla profesional, anticipando una corriente hoy extendida en Sevilla; la del capataz-cofrade. Con estos antecedentes, Salvatella había sido comisionado por la Junta de Gobierno de la Macarena para que consiguiese los servicios de la cuadrilla de Alfonso Borrero. La entrevista se llevó a efecto a principios del año 1956 en la barra del “Cristina” con resultados positivos para el capataz y la hermandad.
Pero volvamos al Viernes Santo de 1958. Salvatella agradece a Alfonso la deferencia de detenerle el Palio frente a su casa y, mientras consume la cuadrilla un cántaro de vino, le invita a subir a su domicilio para refrescarse y tomar una copa. Habitaba el primer piso de la tienda de confecciones “La Ciudad Chica” que estaba y está situada en esquina, en la encrucijada de calles que forman Feria, Palacios Malaver y Torreón. Eran las diez de la mañana.
Lo que sucedió allí arriba en los minutos siguientes ha sido narrado de forma diferente. Aunque de las múltiples versiones que circulan, la más aceptada es la que señala a Salvatella como el provocador de una porfía con Alfonso al retarle a mandar una “levantá” al palio desde el balcón. Borrero acepta el desafío y ordena avisar a su hermano Jeromo, que iba con el paso del Cristo de la Sentencia, para que se retrase al palio y pegue el golpe de martillo cuando grite:
-Jimeeené vámono… ¡Arcielo con Ella!.
Manuel Jiménez Gutiérrez, costalero y hombre de confianza de Alfonso bajo los Faldones, recuerda que esta histórica “levantá” se hizo tan solo con dieciséis hombres de los treinta y seis que “calzan” el Paso; el resto de la cuadrilla continuaba diseminando por los bares cercanos a la plaza. Un fotógrafo aficionado recogió también el instante de la llamada, Alfonso, como si fuera un saetero, aparece vencido sobre el bacón y recreándose en la suerte entre la luminosa sonrisa de los familiares de Salvatella.
La Presidencia de la Cofradía aguanto a pie firme el espectáculo y, una vez en la capilla el Hermano Mayor, Zubiría, afeó el lance a Alfonso, que no esperaba semejante reprimenda. Dado que la arrogancia de Borrero no podía admitir esta humillación, aunque fuese en privado, el 28 de octubre de 1958, después de haber sacado el paso de la Virgen del Rosario y jurar al Secretario Mena “por lo más sagrado, que ningún motivo de disgusto albergaba”, notificaba a la Macarena que abandonaba esta Cofradía, “a causa de su padecimiento de varices” para marcharse al Calvario, que tenia un recorrido mas corto. Se rompían así, tres años de provechosa relación mutua y se iniciaba el declive de Alfonso como capataz de época.(Cristian Javier Redondo Chacón)