“Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Uno de los poemas más famosos de Antonio Machado podría representar lo que ha sido la temporada del Puente Genil. El equipo cordobés, que logró recientemente subir a la Asobal, entrenaba en Granada pero disputaba sus encuentros en la localidad cordobesa, viviendo sus jugadores repartidos entre Málaga y la ciudad granadina.
El club de Córdoba consiguió hace casi dos semanas el éxito más importante en su historia, el ascenso a la máxima competición del balonmano español por primera vez, en la final de la fase de promoción a la Asobal ante el Bidasoa en Irún. Detrás de este hito hay algo más que una gran temporada, porque el equipo cordobés lo ha logrado con unos cuantos kilómetros a sus espaldas. “Ha sido muy duro tener que ir a entrenar a Granada, porque los que vivíamos en Málaga salíamos todos en un mismo coche para compartir gastos a las cinco de la tarde y volvíamos a las doce de la noche”, denuncia Chelu Cid, uno de los integrantes más ilustres.
248 kilómetros tres veces por semana tuvieron que recorrer los integrantes del Puente Genil que residen en Málaga para ir a entrenar a Granada, lugar elegido para las sesiones preparatorias al vivir numerosos jugadores en esta ciudad por estudios. Pero además en su caso, ser el equipo local no significaba no tener que viajar, ya que su plantilla tenía que desplazarse a la localidad cordobesa para disputar sus partidos, recorriendo 155 ó 121 km dependiendo sus puntos de origen con su respectiva vuelta.
“El tener que viajar tantos kilómetros a la semana claro que se nota en el cansancio, pero tuvimos que gestionarlo de la mejor forma para reducir sus efectos”, se sincera Javier Elvira, entrenador del equipo cordobés. Al igual que otros tantos clubes del balonmano español, su plantilla es semi-profesional, con jugadores que tan sólo estudian o con otros que compaginan sus respectivos trabajos con el deporte, percibiendo un sueldo que en la mayoría de los casos no es suficiente para vivir tan sólo de jugar.
Pero este modelo de club o de gestión deportiva no parece viable en muchos casos para la Asobal, una Liga que obligará a disputar encuentros entre semana por los compromisos internacionales. “Si se mantiene el bloque de este equipo no va a ser viable en la Asobal, porque algunos jugadores tienen su profesión fuera del balonmano y no pueden perder tantos días de trabajo”, comenta Chelu Cid. En esta línea, el curtido jugador añade: “El modelo ideal dada la crisis económica que sufrimos en este deporte sería volver como los años 90, en el que el jugador trabajaba en las empresas de los patrocinadores”.
Al igual que el Gijón Jovellanos, uno de los secretos del triunfo del Puente Genil ha sido formar un equipo con jugadores de la tierra, mezclando juventud e ilusión con veteranía y experiencia. De los balonmanistas que lograron el ascenso a la Asobal, tan sólo uno no es andaluz, en este caso el portero Antonio Carreño. Sin embargo, el técnico Elvira añade que “el trabajo y que el grupo sea una ‘piña’, manteniendo el bloque de un año para otro y contando con la base” han sido las grandes causas del enorme premio.
Trayectoria ascendente
Pero la trayectoria del conjunto andaluz también comparte otros rasgos comunes con el asturiano, también ascendido a la Asobal. El equipo pontanés ha alcanzado la máxima competición en pocos años desde Primera Nacional, dando otro ejemplo organización deportiva y económica. Tras varios años en la categoría de Plata en los 70, luego llegaron unas décadas por el balonmano regional hasta que a consecuencia del buen trabajo con una prolífica cantera, regresó de nuevo a la División de Honor “B” en la 2008-09. Aunque descendiera a las primeras de cambio, las bases estaban bien cimentadas, y regresó a la Plata en la 2010-11 y a punto estuvo de jugar los play-off de ascenso en la 2011-12 al quedarse a tan sólo un punto.
Otra peculiaridad entre el Puente Genil y el Gijón Jovellanos, es que en el conjunto cordobés también militan algunos exjugadores de la Asobal, como es el caso del mencionado Chelu Cid, o de otros como Jorge Oliva, Luis Campos o Miguel Ángel Olea. El primero apostilla al respecto: “El ambiente en el vestuario ha sido excepcional, porque los más veteranos hemos podido aconsejar a los jóvenes, y además estos se han dejado asesorar”. Probablemente, Córdoba y Málaga sean las provincias de Andalucía donde el balonmano se vive de una forma diferente y donde más se cuida la base, a lo que Elvira considera “básico el trabajo en los colegios y en las escuelas de toda la provincia”.
Pero en el tema económico encontramos una diferencia entre los dos recién ascendidos, ya que el gijonés depende de las ayudas institucionales para salir en la Asobal, mientras que en el cordobés, el poderío financiero de su principal patrocinador (Angel Ximénez) parece ser suficiente sustento para afrontar su primera temporada en la máxima competición del balonmano español. “El presidente nos ha comunicado que se dispone dinero para la campaña que viene gracias a nuestro gran sponsor, pero que además, llegarán ayudas institucionales”, concluyen unánimemente Javier Elvira y Chelu Cid, dos de los caminantes del Puente Genil. ( Marca.Jorge Dargel)