La fiesta del Corpus, como otras muchas antiguas tradiciones actualmente vigentes, tienen su origen en la religiosidad medieval. La fiesta del Corpus es la primera que por la decisión de un papa fue establecida para toda la Iglesia de occidente. Hasta entonces las fiestas eran de cada iglesia local. La fiesta del Corpus es la primera que se instituye con ámbito universal, al menos para la Iglesia de occidente.
Tiene su origen en la Bula transiturus publicada por el papa Urbano IV el 8 de septiembre de 1264. De hecho, se venía celebrando la fiesta del Corpus desde unos 20 años antes (1246) en Lieja (Bélgica). La iniciativa había partido de una devota monja, santa Juliana de Mont Cormillon, y había encontrado apoyo en el clero de la región, y concretamente en el arcediano de Lieja, Santiago Pantaleón. Este clérigo belga fue nombrado papa años más tarde. Fue entonces cuando extendió a toda la Iglesia romana la fiesta en la que él había participado en sus años de Lieja, estableciendo que se celebrara el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad.
Urbano IV fallece apenas un mes después de haber firmado la bula. La bula es del 8 de septiembre de 1264, y el papa fallece el 2 de octubre de ese mismo año. Esta circunstancia hace que la celebración efectiva de la fiesta del Corpus, estrechamente vinculada al origen belga del pontífice, se dilate de hecho bastante tiempo, unos cuarenta años, hasta ya entrado el siglo XIV. En Colonia se comienza a celebrar en 1306, en Barcelona en 1319. Poco a poco a lo largo del siglo XIV y XV se va generalizando la celebración de la fiesta.
Esta es la historia de la institución de la fiesta del Corpus. Su justificación es doble. Una, estrictamente litúrgica, y otra, de tipo dogmático. La justificación litúrgica viene expresada por el propio Urbano IV en su Bula transiturus . De la misma manera que todos los santos tienen su fiesta conmemorativa, también el cuerpo de Cristo ha de tener la suya. De hecho, se celebra ya el Jueves Santo la institución de la eucaristía. Pero es cierto que, en el marco de la Semana Santa, la memoria de la pasión y muerte del Señor no permiten dar a la eucaristía un ambiente de júbilo festivo. Esta es la razón litúrgica de duplicar la festividad de la eucaristía: una vez en el marco severo de la Semana Santa, otra en el marco lúdico del Corpus.
La segunda razón es de orden dogmático. Se pretende hacer una afirmación expresa y pública de la presencia real del cuerpo de Jesús en el pan consagrado durante la celebración de la misa. Presencia que se mantiene no solamente durante la celebración de la eucaristía estrictamente dicha, sino también fuera de ella. El pan consagrado durante la misa es el cuerpo real de Jesús, durante y después de la misa. En los últimos siglos de la edad media, durante los siglos XIV, XV y XVI aparecieron en Europa tendencias teológicas, movimientos religiosos, que vinculaban la presencia de Jesús en la eucaristía a la estricta celebración de la cena del Señor. No fuera de ella. La promoción de la fiesta del Corpus adquiere gran fuerza social precisamente durante las disputas teológicas con los reformadores protestantes, a lo largo del XVI. Es el momento de mayor auge social de la festividad católica.
Después de esta explicación histórica, litúrgica y dogmática sobre la fiesta del Corpus, yo me pregunto, y para un cordobés creyente de hoy, ¿qué es el Corpus? Cada uno tendrá que responder a esta pregunta a su manera. Yo respondo a la mía. Sacamos al Señor de la Catedral y lo paseamos por la calle. Lo llevamos a la plaza de Las Tendillas, donde supuestamente lo espera todo el pueblo de Córdoba. Todo esto me hace recordar esas páginas del evangelio donde se dice que cuando Jesús llegaba a un pueblo la gente se agolpaba para escucharle, que se decían unos a otros que este hombre, por sus palabras y por sus hechos, no se parecía en nada a otros predicadores religiosos a los que estaban acostumbrados. Me pregunto a mí mismo si el Jesús que creemos que está efectivamente presente en el altar de Las Tendillas tomara en este momento figura y voz, ¿qué es lo que diría? No lo sé. Me inclino mucho a pensar que sería algo que a todos nos desconcertaría y nos dejaría pensativos. ( Diario Córdoba. Jaime Loring)
Tiene su origen en la Bula transiturus publicada por el papa Urbano IV el 8 de septiembre de 1264. De hecho, se venía celebrando la fiesta del Corpus desde unos 20 años antes (1246) en Lieja (Bélgica). La iniciativa había partido de una devota monja, santa Juliana de Mont Cormillon, y había encontrado apoyo en el clero de la región, y concretamente en el arcediano de Lieja, Santiago Pantaleón. Este clérigo belga fue nombrado papa años más tarde. Fue entonces cuando extendió a toda la Iglesia romana la fiesta en la que él había participado en sus años de Lieja, estableciendo que se celebrara el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad.
Urbano IV fallece apenas un mes después de haber firmado la bula. La bula es del 8 de septiembre de 1264, y el papa fallece el 2 de octubre de ese mismo año. Esta circunstancia hace que la celebración efectiva de la fiesta del Corpus, estrechamente vinculada al origen belga del pontífice, se dilate de hecho bastante tiempo, unos cuarenta años, hasta ya entrado el siglo XIV. En Colonia se comienza a celebrar en 1306, en Barcelona en 1319. Poco a poco a lo largo del siglo XIV y XV se va generalizando la celebración de la fiesta.
Esta es la historia de la institución de la fiesta del Corpus. Su justificación es doble. Una, estrictamente litúrgica, y otra, de tipo dogmático. La justificación litúrgica viene expresada por el propio Urbano IV en su Bula transiturus . De la misma manera que todos los santos tienen su fiesta conmemorativa, también el cuerpo de Cristo ha de tener la suya. De hecho, se celebra ya el Jueves Santo la institución de la eucaristía. Pero es cierto que, en el marco de la Semana Santa, la memoria de la pasión y muerte del Señor no permiten dar a la eucaristía un ambiente de júbilo festivo. Esta es la razón litúrgica de duplicar la festividad de la eucaristía: una vez en el marco severo de la Semana Santa, otra en el marco lúdico del Corpus.
La segunda razón es de orden dogmático. Se pretende hacer una afirmación expresa y pública de la presencia real del cuerpo de Jesús en el pan consagrado durante la celebración de la misa. Presencia que se mantiene no solamente durante la celebración de la eucaristía estrictamente dicha, sino también fuera de ella. El pan consagrado durante la misa es el cuerpo real de Jesús, durante y después de la misa. En los últimos siglos de la edad media, durante los siglos XIV, XV y XVI aparecieron en Europa tendencias teológicas, movimientos religiosos, que vinculaban la presencia de Jesús en la eucaristía a la estricta celebración de la cena del Señor. No fuera de ella. La promoción de la fiesta del Corpus adquiere gran fuerza social precisamente durante las disputas teológicas con los reformadores protestantes, a lo largo del XVI. Es el momento de mayor auge social de la festividad católica.
Después de esta explicación histórica, litúrgica y dogmática sobre la fiesta del Corpus, yo me pregunto, y para un cordobés creyente de hoy, ¿qué es el Corpus? Cada uno tendrá que responder a esta pregunta a su manera. Yo respondo a la mía. Sacamos al Señor de la Catedral y lo paseamos por la calle. Lo llevamos a la plaza de Las Tendillas, donde supuestamente lo espera todo el pueblo de Córdoba. Todo esto me hace recordar esas páginas del evangelio donde se dice que cuando Jesús llegaba a un pueblo la gente se agolpaba para escucharle, que se decían unos a otros que este hombre, por sus palabras y por sus hechos, no se parecía en nada a otros predicadores religiosos a los que estaban acostumbrados. Me pregunto a mí mismo si el Jesús que creemos que está efectivamente presente en el altar de Las Tendillas tomara en este momento figura y voz, ¿qué es lo que diría? No lo sé. Me inclino mucho a pensar que sería algo que a todos nos desconcertaría y nos dejaría pensativos. ( Diario Córdoba. Jaime Loring)