Como ya anuncíabamos el pasado jueves, a partir de hoy domingo día 5, y gracias a la colaboración de nuestro paisano y gran conocedor de la Semana Andaluza, D.Julio Moreno Crespo, Pontaneando les ofrecerá todos los domingos y jueves, una serie de 17 capítulos donde, a través de ellos, podremos conocer la historia de tan arraigada e importante Semana Santa.
Escribir sobre el momento en que el pueblo andaluz, exterioriza con su manifestación popular en forma de procesión la Semana Santa, es harto complejo e impreciso. Generalizando, diremos que la primera procesión sucedió horas más tarde de la muerte del Redentor: Fue instantes después de la unción del cuerpo del Señor (mezcla de cien libras de mirra y áloe que proporcionó Nicodemo), momento en que caía el sol del viernes de parascebe, cuando este y José de Arimatea encabezan el traslado de Jesús al Sepulcro. Treinta y seis horas después se oyó: ¡No está aquí!. ¡Ha resucitado!. Entonces todos fueron en carrera a ver que el Sepulcro estaba vacío. Aquí pensamos que es cuando el primer grupo cristiano de Jerusalén inicia verdaderamente la Procesión.
En el año 1.956 la revista Ecclessia, publica en un artículo, el descubrimiento por parte del prestigioso historiador Kleberlc, de un manuscrito en el que da fe de la 1ª celebración de Semana Santa en Jerusalén a mediados del siglo IV por parte de los cristianos habitantes de esta ciudad. El manuscrito pertenece a la española Egeria, titulándolo "Peregrinación a los Lugares Santos".

Egeria descubre como el Domingo de Ramos, a la hora séptima, todo el pueblo asciende al Monte Olivete. Cuando ya comienza la hora nona, se sube cantando himnos al Imbomon (lugar desde donde el Señor ascendió a los cielos) y allí se sientan continuando los cánticos hasta que llega la hora undécima, que es cuando se lee el pasaje evangélico de la entrada triunfal en Jerusalén; posteriormente es conducido el Obispo entre palmas y ramos, llevados por pequeños y mayores desde la cumbre del monte hasta la ciudad.
Al llegar el Jueves Santo, iban todos al Monte de los Olivos para conmemorar la oración del Señor y su posterior prendimiento. Ya, el Viernes Santo tarde, se conmemora la crucifixión y muerte del Redentor en el Gólgota, siendo presididos todos los actos por el Obispo de Jerusalén.
Un magnífico documento, conservado en un manuscrito de 1.122, nos cuenta la celebración del Viernes Santo en Jerusalén en el siglo X. Se trata del Typicon del Santo Sepulcro para la Semana Santa. El texto describe unaceremonia dramática en ese sacro día. Se aprecia al Patriarca de Jerusalén que llevaba la reliquia de la Verdadera Cruz, atada sobre sus espaldas, desde la capilla, donde aquella se encontraba habitualmente depositada, hasta un lugar llamado la "Santa Prisión", mientras que un arcediano representaba el papel de un verdugo y tiraba con fuerza de una estola atada al cuello del Patriarca. Después de una parada, en la que los asistentes cantaban una antífona y una profecía, el prelado continuaba su camino llegando hasta lo alto del Gólgota.
También conocemos por medio de los libretos llamados "Ordines Romani" que describen de modo detallado la celebración del Viernes Santo en la que participaba activamente el Papa, quien con los pies desnudos, y precedido de un incensario, abría la comitiva, conducido por un arcediano que le sostenía la mano izquierda en tanto que un diácono le aplicaba sobre la espalda el relicario de la Cruz. El Papa ejecutaba el papel de Cristo, en tanto que el diácono, a su lado, representaba el de Simón de Cirene. La procesión iba de San Juan de Letrán a una iglesia llamada Hierusalen. Allí se desarrollaba el antiguo rito de la adoración a la Cruz. Se hacían diferentes lecturas, seguidas por la comunión bajo la sola especie de pan. La reliquia se depositaba sobre el altar, alrededor del cual venían a inclinarse y besarla el Papa, los Obispos, diáconos y todos los concurrentes. Las mujeres quedaban fuera, representándolas los subdiáconos. Dando un salto en el tiempo, analizaremos con brevedad las distintas fases y suertes por las que han transcurrido las diversas cofradías, componentes sustanciales de la Semana Santa.
En el siglo XIII, aparecen las primeras (no de penitencia), considerándose estas como movimientos eclesiásticos, y para comprender mejor el devenir de la cofradía andaluza, no debemos olvidar que nuestra Andalucía es barroca y lo es antes de que el arte barroco existiera como estilo, como modo de vida y lo sigue siendo cuando ya ese modo de vivir ha dejado de existir. Así pues, esa manera de ser, tiñe de barroquismo la religiosidad andaluza de cualquier época, incluida la medieval.

Sabemos que la celebración en Jaén de la Cuaresma y Semana Santa se remonta a la misma conquista de la ciudad por San Fernando, en 1.246. A partir de entonces, la diócesis dispuso de un particular Rito Giennense de carácter litúrgico que mantenía influencias del rito mozárabe y partes de ritual toledano y romano. En esta época, la ciudad del Santo Reino disponía de un modo exclusivo para la imposición de la ceniza; bendición de ramos y palmas, con su posterior procesión por el interior de la iglesia; los oficios del Jueves y Viernes Santos, y la adoración y bendición con la venerada reliquia del Santo Rostro, en Viernes Santo.
En ese siglo, las escenificaciones de pasajes evangélicos eran representadas exclusivamente por sacerdotes; pero al salir de templo la situación cambió considerablemente, pues quedaba la interrogante de quién sería lo que debían representar a personajes como Cristo, María o los Apóstoles. Había que evitar que los actores mostraran sus rostros de carne y hueso que serían identificados inmediatamente por los espectadores: Esa situación, propició por un lado la aparición y desarrollo de las imágenes sagradas, y por otro, la utilización de máscaras para neutralizar la expresión de los actores vivos. Los rostrillos de nuestras figuras bíblicas son una muestra extraordinaria y en progresión del mantenimiento actual de estas. Seguramente, serían los precedentes de los pasos alegóricos consistentes en una escena representada por actores vivos que iban sobre una especie de trono o carroza que avanzaba sobre ruedas. En Córdoba hasta mediados de los años sesenta del pasado siglo, se reproducían estas escenas evangélicas, siendo los actores niños de la catequesis de la parroquia de San Pedro, situándose en la plaza de Aguayos o de la Almagra.
Cronológicamente y en consonancia con sus épocas respectivas, tenemos: Cofradía medieval, siglo XII al XIII, prolongándose durante los siglos XIV y XV; Cofradía del renacimiento, siglo XVI; Cofradía barroca, siglo XVII y parte del XVIII; Cofradía en crisis, siglo XIX, arrancando a mediados del XVIII, reinando Carlos III, y con más o menos altibajos llegamos a 1.874 con la restauración borbónica; la Cofradía actual ha pasado por numerosos, profundos e interesantes altibajos, estando ahora en el periodo de mayor esplendor.
La Cofradía medieval, se caracteriza por la agrupación de personas pertenecientes a un mismo grupo profesional, económico o social, siendo numerosas y bajo muy distintas nominaciones. Podemos distinguir varios tipos de estas: -
Cofradías profesionales o gremiales.(Sus miembros se ayudaban entre sí en el oficio,en la enfermedad y en la muerte ). . -
Cofradías de clérigos. -
Cofradías de caballeros hidalgos. -
Cofradías hospitalarias. -
Cofradías parroquiales. -
Cofradías piadosas. (Abarcaban las de Cristo,Maria y los Santos. -
Cofradías militares. -
Cofradías para la redención de cautivos.(Normalmente llamadas de la Merced ). -
Cofradías de Ánimas del Purgatorio.
Sabemos que entre los siglos XIII al XV, se instituyen en la ciudad de Córdoba unas 54 Cofradías y la ciudad apenas tenía un censo de 40.000 habitantes. La Cofradía medieval, evoluciona y pasa a la Cofradía de pasión, de penitencia, de sangre o de Semana Santa. A finales del siglo XIII, surgen los grupos de flagelantes, siguiendo la práctica de Santo Domingo de Guzmán. Poco después los franciscanos no solo la practican, sino que la propagan entre los laicos. Así pues, Italia es la pionera en Cofradías de flagelación, en las que se disciplinan en público a la par que van entonando cánticos de penitencia. Las Cofradías de penitencia aumentan de tal manera que durante el siglo XIV y a consecuencia de las epidemias, principalmente la "peste negra", sus miembros se azotaban brutalmente, creyendo que con ello se aplacaría la ira de Dios y desaparecería, al invocar su compasión.
Hubo procesiones de disciplinantes, que superaban las diez mil personas, entre hombres y mujeres. ( CONTINUARÁ …)
