Máximo González Jurado (Puente Genil, Córdoba, 1949) preside el Consejo General de Colegios de Enfermería desde 1987. Teórico y práctico, critica la falta de compromiso de los políticos para encontrar soluciones reales al sistema de salud. Defiende que, sin los profesionales y su apoyo, los cambios de modelo y la sostenibilidad del sistema serán imposibles.
Pregunta. ¿Cuál es su diagnóstico de la sanidad pública?
Respuesta. Es un buen sistema que garantiza todos los derechos a todos los ciudadanos, pero que en estos momentos de crisis hay riesgos de que esté sobrepasado, y de que en el futuro no pueda garantizar las prestaciones sanitarias en cantidad y calidad actuales. La situación exige una revisión y una toma de decisiones conjunta. El Sistema Nacional de Salud es un milagro, porque con lo poco que se invierte -mucho menos que los países de nuestro entorno- tenemos unos resultados mucho mejores. Pero para que siga siendo así hay que ver cuánto se necesita y de dónde sacarlo.
P. ¿Qué problemas tiene?
R. Uno muy claro, sus deudas. Casi 10.000 millones de euros con los proveedores hospitalarios, más otros tantos en otras cosas. Y así, no estamos con el foco de atención en el paciente, sino en la economía, en la deuda. Ni siquiera se tiene la mirada fija en la financiación, sino en ver cómo se sale del agujero. Se está despidiendo a profesionales, descuidando servicios... Los profesionales siguen atendiendo a los pacientes con diligencia, pero con esta zozobra no se puede vivir.
P. ¿Cuáles son sus propuestas para sanear la situación?
R. Primero hay que conocer la verdad, cuánto se debe. Y luego hay que hacer una evaluación del sistema: cuáles son las prestaciones, cuánto cuestan; y hablar con los ciudadanos, explicarles la situación. Decirles, esto cuesta tanto, ¿se quiere seguir teniendo? Y si la respuesta es sí, hay que buscar soluciones. Y para eso, los partidos tienen que sentarse a hablar a calzón quitado y contar cuál es la verdad de las finanzas, del personal, de las prestaciones. Pero eso no va a pasar hasta el día después de las elecciones. Ahora todos están en una dinámica de preelecciones que no ayuda.
P. ¿Cómo tapar el agujero?
R. Aún se puede mejorar en la gestión y racionalizar el gasto. Pero eso no se logra sin comprometer a los profesionales y a los gestores. Y sin duda hay que plantearse que el modelo retributivo de café para todos ya no sirve. Hay que cambiarlo y pasar a un modelo de retribución por productividad y resultados. Si en vez de hacerse 10 operaciones se hacen 15 estamos rentabilizando el sistema y eso hay que incentivarlo.
P. Pocos defienden abiertamente el copago pero el debate sigue. ¿Qué piensan los profesionales?
R. Me río con el tema. La palabra es errónea, copago es que pagan dos y aquí sería repago, porque el ciudadano vuelve a pagar lo que ya ha abonado con sus impuestos. Y para hablar de esta medida hay que estudiarla, poner de verdad las cifras sobre la mesa. Cuánto ahorra, cuánto cuesta, qué supone para los pacientes. Algo que no se ha hecho.
P. ¿Reducir prestaciones es una opción?
R. No. Yo lucharía para que no se redujera ni siquiera una. No podemos perder eso. Vamos a ver cómo se puede gastar mejor, ahora mismo se duplican y triplican gastos innecesariamente. Por ejemplo, ¿cuántos servicios de emergencia hacen falta? Los hay municipales, autonómicos... Tenemos que racionalizarlo todo de forma seria.
P. ¿Qué le parece la medida del Gobierno para recetar por principio activo?
R. Lógica. El profesional éticamente tiene la responsabilidad de colaborar con el sistema. Si se sabe que un fármaco es más barato y tiene la misma eficacia, tiene la obligación moral de prescribir el más económico. De hecho, los enfermeros tenemos una plataforma tecnológica en la que se puede consultar el fármaco más barato que podemos prescribir. El profesional debe mirar eso también.( El País. María R. Sahuquillo)
Pregunta. ¿Cuál es su diagnóstico de la sanidad pública?
Respuesta. Es un buen sistema que garantiza todos los derechos a todos los ciudadanos, pero que en estos momentos de crisis hay riesgos de que esté sobrepasado, y de que en el futuro no pueda garantizar las prestaciones sanitarias en cantidad y calidad actuales. La situación exige una revisión y una toma de decisiones conjunta. El Sistema Nacional de Salud es un milagro, porque con lo poco que se invierte -mucho menos que los países de nuestro entorno- tenemos unos resultados mucho mejores. Pero para que siga siendo así hay que ver cuánto se necesita y de dónde sacarlo.
P. ¿Qué problemas tiene?
R. Uno muy claro, sus deudas. Casi 10.000 millones de euros con los proveedores hospitalarios, más otros tantos en otras cosas. Y así, no estamos con el foco de atención en el paciente, sino en la economía, en la deuda. Ni siquiera se tiene la mirada fija en la financiación, sino en ver cómo se sale del agujero. Se está despidiendo a profesionales, descuidando servicios... Los profesionales siguen atendiendo a los pacientes con diligencia, pero con esta zozobra no se puede vivir.
P. ¿Cuáles son sus propuestas para sanear la situación?
R. Primero hay que conocer la verdad, cuánto se debe. Y luego hay que hacer una evaluación del sistema: cuáles son las prestaciones, cuánto cuestan; y hablar con los ciudadanos, explicarles la situación. Decirles, esto cuesta tanto, ¿se quiere seguir teniendo? Y si la respuesta es sí, hay que buscar soluciones. Y para eso, los partidos tienen que sentarse a hablar a calzón quitado y contar cuál es la verdad de las finanzas, del personal, de las prestaciones. Pero eso no va a pasar hasta el día después de las elecciones. Ahora todos están en una dinámica de preelecciones que no ayuda.
P. ¿Cómo tapar el agujero?
R. Aún se puede mejorar en la gestión y racionalizar el gasto. Pero eso no se logra sin comprometer a los profesionales y a los gestores. Y sin duda hay que plantearse que el modelo retributivo de café para todos ya no sirve. Hay que cambiarlo y pasar a un modelo de retribución por productividad y resultados. Si en vez de hacerse 10 operaciones se hacen 15 estamos rentabilizando el sistema y eso hay que incentivarlo.
P. Pocos defienden abiertamente el copago pero el debate sigue. ¿Qué piensan los profesionales?
R. Me río con el tema. La palabra es errónea, copago es que pagan dos y aquí sería repago, porque el ciudadano vuelve a pagar lo que ya ha abonado con sus impuestos. Y para hablar de esta medida hay que estudiarla, poner de verdad las cifras sobre la mesa. Cuánto ahorra, cuánto cuesta, qué supone para los pacientes. Algo que no se ha hecho.
P. ¿Reducir prestaciones es una opción?
R. No. Yo lucharía para que no se redujera ni siquiera una. No podemos perder eso. Vamos a ver cómo se puede gastar mejor, ahora mismo se duplican y triplican gastos innecesariamente. Por ejemplo, ¿cuántos servicios de emergencia hacen falta? Los hay municipales, autonómicos... Tenemos que racionalizarlo todo de forma seria.
P. ¿Qué le parece la medida del Gobierno para recetar por principio activo?
R. Lógica. El profesional éticamente tiene la responsabilidad de colaborar con el sistema. Si se sabe que un fármaco es más barato y tiene la misma eficacia, tiene la obligación moral de prescribir el más económico. De hecho, los enfermeros tenemos una plataforma tecnológica en la que se puede consultar el fármaco más barato que podemos prescribir. El profesional debe mirar eso también.( El País. María R. Sahuquillo)