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sábado, 22 de agosto de 2009

UNA RUTA LLENA DE PLACERES

El turismo enológico es una de las mejores formas de conocer la provincia y sus caldos. Montilla-Moriles propone una ruta del vino que transcurre por el sur de la provincia de Córdoba y atraviesa nueve municipios: Aguilar de la Frontera, Córdoba, Fernán Núñez, La Rambla, Lucena, Montemayor, Montilla, Moriles, y Puente Genil.
La Ruta del Vino Montilla-Moriles cuenta con más de 50 empresas asociadas entre alojamientos (hoteles, hostales, alojamientos rurales); restaurantes, tabernas, bodegas y lagares; enotiendas; almazaras y los museos del aceite y del mosto, así como de tonelería y alfarería.
Cabe destacar que el enoturismo consiste en la integración de los recursos y servicios turísticos de interés de esta zona vitivinícola, «planteados desde la autenticidad y la vocación vivencial, con el fin de construir un producto a partir de la calidad e identidad del destino». Con ello se optimiza la comercialización conjunta, el nivel de satisfacción de la demanda y el desarrollo socio-económico integral del territorio. «Y es que sin cultura del vino, no hay ruta del vino y sin ruta del vino no hay producto turístico», apuntan desde la Asociación para la Promoción del Turismo del Vino (Avintur). El vino de esta Denominación de Origen (D.O.) es un producto singular que atrae por si solo el interés, ya sea por el producto, por su nacimiento en la vid, su tratamiento en el lagar y su transformación en la bodega, o por su tradición. Pero también por los oficios artesanales que giran a su alrededor y por la gastronomía que lo tiene como fundamento.
Los tipos de vino que se pueden conocer y degustar a lo largo de la ruta son el joven, para acompañar, muy frío, con pescado y marisco; el fino, ideal para tapear; el amontillado, rey de los vinos generosos, resulta perfecto acompañado de embutidos, salazones y quesos curados; el oloroso, para media mañana, como por la tarde con la merienda, y el pedro ximénez, un vino dulce pasificado para tomar en los postres.
El turismo del vino no consiste únicamente en visitar bodegas, es «un amplio conjunto de servicios integrados de forma modular en una oferta muy profesionalizada orientada a la innovación, la originalidad, la diversificación y, sobre todo, de gran calidad».
Entre las principales actividades que realiza un turista del vino en su estancia en el destino destacan la visita a bodegas, a los pueblos y monumentos que se encuentran a lo largo de la ruta, así como la posibilidad de comprar vino y participar en un cata.(Abc)