San Joaquín y Santa Ana fueron los Padres de la Santísima Virgen María y abuelos directos de Jesús.
Santa Ana era la esposa de San Joaquín, y fue elegida por Dios para ser la madre de la Virgen María.
Ambos provenían de la casa real de David, y sus vidas las dedicaron completamente a la oración y a las buenas obras. Sólo una cosa ellos querían, y con gran deseo en su vida matrimonial, ellos no tenían hijos, y esto significaba, para el pueblo judío, que ellos se encontraban desgraciados a los ojos de Dios.
Por fin, cuando Ana era ya era una mujer de avanzada edad, quedó embarazada y nació María, un fruto proveniente de la gracia divina. Ellos fueron santificados por la presencia de su hija inmaculada hasta el momento en que fue entregada en servicio al templo de Dios en Jerusalén.
Es muy poco lo que conocemos sobre los padres de la Virgen María, Joaquín y Ana. Sus nombres proceden de la literatura apócrifa, el Evangelio de la Natividad de la Virgen María, el Evangelio apócrifo de Mateo y el Protoevangelio de Santiago. No es parte de la Biblia, pero el documento, que fue escrito en 170 AD da una sobre la vida de María y sus padres.
Estos escritos llamados "apócrifos" no han sido avalados por la Iglesia como parte del canon de las Sagradas Escrituras, debido a que muchos de sus datos contenidos no son fiables, pero algunos que otros documentos históricos si lo son.
Joaquín y Ana pasaron sus vidas adorando a Dios y haciendo el bien. La tradición dice que primero vivieron en Galilea y más tarde se establecieron en Jerusalén.
San Joaquín es descrito como un hombre prominente, rico, respetado por el pueblo y un hombre muy piadoso. Él provenía de la casa de David, y regularmente daba su ofrenda a los pobres y al templo.
Sin embargo, como él ya tenía bastante tiempo de haber estado casado con Ana y no habían engendrado ningún hijo, se decía que su esposa era estéril, y el sumo sacerdote rechazaba a Joaquín y su sacrificio, ya que la falta de hijos de su esposa era interpretado por el pueblo judío como una señal de desagrado divino, un castigo de Dios para su descendencia.
En consecuencia a esto y embargado con una enorme tristeza, Joaquín se retiró al desierto, donde ayunó e hizo penitencia durante cuarenta días. La pareja oró fervientemente para que les llegara la gracia de tener un hijo e hicieron una promesa en que dedicaría a su primogénito al servicio de Dios. Ana prometió consagrar el bebé a Dios.
En respuesta a sus oraciones y sacrificios, Un ángel se le apareció a Ana y le dijo:
"El Señor ha mirado tu tristeza y tus lágrimas; tú concebirás y darás a luz, y el fruto de tu vientre será bendecido por todo el mundo"
Ana daría a luz entonces a una hija a quien llamó María, la Inmaculada Virgen María, concebida sin pecado original, quien se convertiría en la más santa de todas las mujeres y en la Madre de Dios.
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