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martes, 1 de diciembre de 2015

LA PONTANA ANGELES CARMONA, VOCAL DEL CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL, HABLA SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Mientras el goteo de víctimas no cesa, hablamos sobre violencia de género con la mujer que lucha desde un juzgado y coordina a las instituciones implicadas en la Administración de Justicia.

La vocal más joven del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) lleva más de una década luchando en primera fila contra la violencia de género, una lacra que en lo que llevamos de año ha segado la vida de casi 50 mujeres a manos de sus parejas o ex parejas seis en una semana, tras las multitudinarias manifestaciones del 7-N y de ocho niños. Sevillana de 50 años y madre de un hijo, esta letrada de la Administración de Justicia del juzgado de violencia de género de Sevilla, compagina su puesto con la presidencia del Observatorio de Violencia de Género del CGPJ, que preside. Su principal preocupación, cómo acabar con un drama que no cesa.


Mujerhoy. Usted preside el Observatorio de Violencia desde hace un año y medio. ¿Cómo valora este periodo? ¿Ha sido complicado?


Ángeles Carmona. Ha sido muy provechoso, creo que hemos dado pasos adelante contra la violencia. Trabajo desde hace años en un juzgado, pero allí apagamos fuegos, intentamos proteger a la mujer, sacarla del círculo de la violencia cuando denuncia. Sin embargo, desde el Observatorio podemos coordinar a todas las instituciones, proponer medidas para evitar hechos como los que vivimos cada día. Y he constatado una enorme preocupación, más de lo que la gente puede imaginar.

 MH. Pero la cifra de víctimas mortales sigue creciendo hasta límites intolerables. ¿Nuestra legislación es suficiente para protegerlas?

 AC. Sí, estoy convencida de que, con las últimas modificaciones, hay herramientas más que suficientes para protegerlas una vez que denuncian el delito. Pero hay que seguir trabajando. ¿Cómo? Coordinando a todas las instituciones e insistiendo en la prevención, porque la mayor parte de los casos que acaban en homicidio o en asesinato no han sido denunciados. Son el último estadío de una violencia que se ha gestado poco a poco y que no hemos sabido cortar. Hay que trabajar en la prevención, en la educación en el respeto, en la igualdad, en la resolución pacífica de los conflictos... Porque la violencia tiene su origen en conductas machistas y de dominación. Si reducimos la desigualdad, avanzaremos en erradicar la violencia.

MH. ¿Y hay alguna relación causa-efecto entre las manifestaciones y los últimos asesinatos?

AC. No hay relación directa. Según los estudios del Observatorio, no hay época del año, mes o día de la semana en que se produzcan mayor numero de asesinatos. El riesgo existe en todo momento.

MH. Este año, entre las víctimas mortales de la violencia de género, hay ocho niños.

AC. Los menores han sido los grandes olvidados. La Ley Orgánica de Protección del Menor, aprobada este año, les considera víctimas directas y eso es muy importante. Muchas veces son asesinados para producir el mayor dolor posible a una mujer. En los juzgados, pocas resoluciones los tenían en cuenta, no se privaba al condenado de la patria potestad o el régimen de visitas. Pero, en ese sentido, el Supremo acaba de dictar una sentencia muy importante, retirando por primera vez la patria potestad a un asesino condenado.

MH. Todas las instituciones dicen que la violencia es una cuestión de Estado. ¿Lo es?

AC. Estoy convencida de que para todas las instituciones lo es. Este es un problema de toda la sociedad. Implicar a todos es la única manera de acabar con la violencia.

MH. La Ley Integral contra la Violencia de Género ha cumplido 11 años. ¿Ha sido una herramienta positiva contra este problema?

AC. La violencia estaba silenciada en nuestra sociedad. Pero la entrada en vigor de la Ley permitió crear juzgados especializados, cuerpos de seguridad especializados, forenses... La ley ha sacado de la intimidad del hogar esos actos que son una auténtica vulneración de los derechos humanos. El incremento de las denuncias en estos años no significa que haya más casos, sino que las mujeres se están atreviendo a denunciar, a contarlo. Para una mujer que se encuentra en una escalada de violencia, denunciar es un acto de heroísmo y la única manera de poner en marcha el mecanismo de protección.

MH. Pero el 80% de las víctimas mortales no denuncian a su agresor.

AC. Porque sienten vergüenza, temor, porque piensan que sus hijos van a quedar desprotegidos, o porque teme que el agresor se los quite o les haga daño... A veces, prefieren ser agredidas a dejar de tener control sobre los niños. Por eso, hay que apoyarlas de todas las formas posibles, las instituciones y su entorno.

MH. La ley integral contemplaba la creación de juzgados específicos, que en 10 años han instruido más de 1.400.000 delitos y dictado unas 200.000 sentencias

AC. Sí, gracias a ellos, las víctimas acceden a los servicios que les ayudan a salir de la violencia. La Ley dice que hay que proteger su vida, pero también reintegrarlas a la sociedad, darles trabajo, mejorar su salud psicológica, ayudar a sus hijos... Empezamos solo con 17, pero ahora hay 106 juzgados y seguimos intentando especializar los de lo penal, que dictan la mayor parte de las sentencias. Uno de los objetivos del Observatorio es que no haya víctimas de primera y de segunda. Por eso, la entrada en vigor el 1 de octubre de la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial contempla la posibilidad de modificar la competencia territorial para que esos asuntos lo lleven juzgados especializados. Asumirán más competencias o se crearán nuevos. En el entorno rural, muchas mujeres no tienen acceso a ellos. Y son las más vulnerables.

MH. ¿Los recortes presupuestarios también han afectado al funcionamiento de los juzgados de violencia?

AC. Los ajustes no han supuesto un merma en las dotaciones. Se ha priorizado todo lo que no suponga una merma efectiva en la prevención, asistencia y protección de las mujeres que sufren violencia. Y los presupuestos tanto de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género como de las comunidades autónomas con competencias han aumentado en los últimos dos años.

MH. Usted ha afirmado que el procedimiento judicial es "difícil, arduo y complicado para la mujer". ¿Cómo se puede mejorar?

AC. Haciéndola sentir que está apoyada y tiene todos los recursos a su disposición. Los juzgados especializados están preparados, pero otros no. Si la especialización llega a más sitios, esa mujer se puede sentir más amparada. A veces, su entorno puede impedirle continuar con el procedimiento. Ayer, una mujer nos decía que su suegra la acosaba para que siguiera con su agresor. En el entorno rural, una separación es más traumática, la conciencia sobre el papel de la mujer dentro de la pareja le puede impedir denunciar. Pero tiene que estar apoyada.

MH. ¿La crisis ha reducido las denuncias?

AC. No, pero sí hay más situaciones de desvalimiento y maltrato. Cuando hay problemas económicos, la mujer es más vulnerable a sufrir violencia económica, que está muy silenciada pero tiene efectos devastadores. Yo he visto en el juzgado a una señora que no podía encender la luz o la calefacción si no estaba su marido en casa, y que tenía que ducharse con él para ahorrar agua. Esas situaciones crean una degradación tremenda, son auténtico maltrato psicológico. Y en época de crisis, son más frecuentes. Por suerte, cada vez más victimas saben que no tienen que depender económicamente de su maltratador.

MH. En los últimos meses han aumentado las condenas y las órdenes de protección. ¿Cambia la tendencia?

AC. Creo que se está produciendo un cambio en la forma de dictar las sentencias. Normalmente, estos hechos se producen en la intimidad del hogar, sin testigos o solo ante los hijos. Para romper el principio de presunción de inocencia que recoge la Constitución, se necesitan pruebas que corroboren la declaración de la víctima. Por eso, una sentencia absolutoria no es lo mismo que una denuncia falsa. Las condenas a los agresores son complicadas, porque se cuidan de que no haya testigos. Que se dicten sentencias solo con la declaración de la víctima es importante porque se la está creyendo. Y respecto a las órdenes de protección, el juez tiene que discernir si hay un riesgo objetivo, porque supone la limitación de muchos derechos.

MH. Usted lleva muchos años en un juzgado de violencia. ¿Se sienten protegidas las víctimas cuando acuden a él?

AC. Como letrada de la administración de justicia, les explico lo que van a encontrarse e intento tranquilizarlas porque muchas veces vienen desbordadas psicológicamente. Ayer llegó una chica muy joven, madre de un niño, para denunciar por segunda vez en 15 días a su pareja. Ella, tras declarar la primera vez ante la magistrada, había retirado la denuncia. Lo que más nos preocupa y más impotencia nos causa es que una mujer que se haya atrevido a denunciar se eche atrás, porque pensamos que no confía en nosotros, que no le hemos prestado suficiente apoyo. Porque si no hay un juicio rápido, pueden pasar unos meses cruciales.

MH. ¿Son conscientes del riesgo que asumen?

AC. Sí, muchas dicen que no saben cómo reaccionará él. El riesgo de agresión puede ser más alto. Hay que comprenderlas.

MH. ¿Cuál es el caso que más le ha impresionado?

AC. Hemos visto a muchas mujeres que, por suerte, han salido de la violencia y han podido proteger a sus hijos por las órdenes de alejamiento y los dispositivos electrónicos. En mi juzgado, tuvimos el caso de una mujer mayor, con una orden de alejamiento y un dispositivo que debía llevar siempre. Un día, su agresor, que vivía a un kilómetro, aprovechó el momento en que se lo quitó para ducharse y corrió hacia su casa. Ella no oyó la alarma, que también avisó a la policía. Cuando llegaron, él la tenía con un almohadón contra la cama. La salvaron. A diario, vemos a mujeres que salen adelante, pero los asesinatos te remueven. He asistido a declaraciones de imputados que helaban la sangre, por su frialdad y su jactancia.

MH. ¿Es duro trabajar con casos como estos?

AC. Sí, es muy duro para cualquiera, porque estás con personas que sufren y el nivel emocional es muy alto. Y nos afecta personalmente, sobre todo en casos de homicidio o asesinato. A todos, a los que trabajamos en los juzgados, a la policía, a los asistentes sociales, a los médicos forenses... Que una mujer sea agredida o asesinada tras pasar por nuestros servicios nos provoca una terrible sensación de impotencia. Todas las muertes son un fallo del sistema, porque no hemos sido capaces de que confíen en nosotros para denunciar. Y si han denunciado, porque la orden de alejamiento no ha funcionado.

MH. ¿Y qué está haciendo el Observatorio que preside para evitar esos fallos del sistema?

AC. En todas las instituciones que forman parte del Observatorio hay una enorme preocupación por acabar con el sufrimiento de estas mujeres. La incorporación del Ministerio del Interior nos ha abierto puertas, porque los cuerpos de seguridad son los que están más cerca de la víctima. Por ejemplo, hemos colaborado en la modificación de los formularios para valorar el riesgo de la víctima, incorporando items fundamentales.

MH. ¿Cuáles son esos aspectos?

AC. Por ejemplo, saber si hay acoso a través de la tecnología. Antes, la primera persona que trataba con la víctima quizá no preguntaba si recibía mensajes amenazantes. Pero esas conductas son el primer estadío de la violencia, como el aislamiento de la familia, el control en la forma de vestir o de los movimientos a través del móvil... No son agresiones, pero es importante controlar esa violencia sutil antes de que ocurran algo más grave. Se han propuesto modificaciones legislativas que se han incorporado al Código Penal, como el hostigamiento o el ciberacoso. Y el agravante de género, es decir, cometer un delito contra una mujer por serlo. Hasta ahora, costaba lo mismo matar a tu pareja que a un señor que pasaba por la calle.

MH. ¿Y dónde es necesario seguir insistiendo?

AC. Proponiendo medidas de coordinación e implementando novedades legislativas, como el Convenio de Estambul, que España acaba de firmar y que amplía la violencia de genero a la sexual, la trata de seres humanos, los matrimonios forzados...

MH. ¿Con todas esas medidas, será posible reducir las cifras de victimas de malos tratos?

AC. Estamos convencidos, es nuestro objetivo. No considero una utopía acabar con los asesinatos. En contra de lo que se dice, no son inevitables, hay que evitarlos.

MH. ¿La generación de su hijo verá la erradicación de la violencia contra las mujeres?

AC. Ojalá fuera en tan pocos años. Vivo la violencia de género desde la primera línea de batalla y hablo con conocimiento de causa. Estoy segura de que esto va a acabar, ¿En cuánto tiempo? No lo sé. Ojalá en la próxima generación, aunque cada vez haya más casos entre los adolescentes.(Mujer Hoy.M. J. Vegara ) 



Dª María de los Ángeles Carmona Vergara, si bien no nacida en Puente Genil, sus padres, D. Antonio Carmona Arroyo y Dª María de los Ángeles Vergara Reina, son nacidos y criados en nuestro pueblo, y más concretamente en el Barrio de la Isla .